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Ninfeas

Flores sobre papel

Flores de Barro

Era hermoso y tenía voz.

Captar la fragilidad y la violencia, lo descarnado del paso del tiempo. Un nenúfar hermoso que por la noche se cierra y se retrotrae al fondo del estanque, como si hubiera muerto; con la luz del sol, al día siguiente, revive y florece. Esa fragilidad hermosa, pero que tiene voz y que representa la pérdida, lo fugitivo del tiempo. Cobre resquebrajado, flores como de carne y el agua oscura donde nacen todas las cosas. El nenúfar se hunde y vuelve a su ninfeo de lodo, como las ninfas se resguardaban en su gruta.

Los ninfeos son antiguos santuarios griegos, grutas donde manaba el agua y que se consagraban a las ninfas. Hay una antigua tradición, según la cual, las niñas se bañaban en el río de la muerte el día antes de su boda, como renuncia a su virginidad. El ninfeo designaba entonces la cámara nupcial y la tumba y la ninfa era también la esposa. Más tarde, los romanos construirían ninfeos para dotar de agua a sus ciudades. De ahí el título de esta serie,  “Ninfeas”, flores realizadas con fibras y pelo, cobre y pigmentos, quemados con ácido nítrico, que crea unas pátinas verdosas que son aguas, pero también ruinas, restos calcinados.

Estos papeles darán lugar a una serie de “Cajas de ninfeas” (bastidores de 6 cm. de fondo, que emergen de la pared como cajas) donde surgen los nenúfares o ninfeas, realizados con pigmentos, cobre y óleo, todo igualmente quemado con ácido nítrico.

Y las cajas darán lugar a la escultura, una serie de cuerpos de niña y de mujer, torsos de barro tendidos sobre piedras de granito envejecidas por el tiempo (escalones de conventos de otro siglo), o maderas de árboles derribados, cuerpos también dorados con oro y cobre, que recoge aquella tradición oriental en la que el loto es el símbolo del pubis y la fecundidad femenina. Cuerpos que son ninfeos y que son también Ofelia bajo las aguas. Dadme barro y os haré un cuerpo de mujer.

Flores de barro que reptan por la pared, unidas por hilos de oro, quemadas por el ácido, frágiles como el aleteo de una libélula, componiendo un mural tridimensional.

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